sábado, 2 de octubre de 2010

Cuentos para Pensar

Los siguientes cuentos fueron adaptados y tomados de varios libros de Jorge Bucay (entre ellos, Cuentos para Pensar).

El cuento dentro del cuento.

Hacía meses que vivía asustado por terribles pensamientos de aniquilacón que lo atormentaban...sobretodo en las noches.

Se acostaba temiendo no ver el amanecer del día siguiente y no conseguía dormirse hasta que el sol despuntaba, a veces apenas una hora antes de tener que levantarse para ir a su trabajo.

Cuando supo que El Iluminado pasaría la noche en las afueras del pueblo, se dio cuenta de que tenía en sus manos una oportunidad única, ya que no era frecuente que los viajeros pasaran: ni siquiera cerca, de se poblado perdido entre las montañas de Caldea.

La fama precedía al misterioso visitante, y aunquenadie lo había visto, se decía que el maestro tenía las respuestas a todas las preguntas.Por eso esa madrugada, sin que ninguno de su casa lo notara, lo fue a ver a la tienda-le habían avisado-había armado junto al río.

Cuando llegó, el sol recièn había terminado de separarse del horizonte.

Encontro al Iluminado meditando.

Esperó respetuosamente unos minutos hasta que el maestro notó su presencia...

En ese momento, y como si lo estuviera esperando, giró hacía él y con una plácida expresión, lo miró alos ojos en silencio.

-Maestro, ayùdame-dijo el hombre.Pensamientos terribles asaltanmis noches y no tengo paz ni ánimo para descansar y disfrutar de las cosas que vivo. Dicen que tù lo resuelves todo. Ayùdame a escapar de esta angustia...

El maestro sonrió y le dijo:

-Te voy a contar un cuento:

"...Un hombre rico mandóa su criado al mercado en busca de alimentos.Pero a poco de llegar allí, se cruzo con la muerte que lo miró fijamente a los ojos.

El criado empalideció del susto y salió corrientdo, dejando tras de sí las compras y la mula.Jadeando, llegó a casa de su amo:

-¡Amo, amo! Por favor, necesito un caballo y algo de dinero para salir ya mismo de la ciudad...Si salgo ahora mismo quizá llegue a Tamur antes del anochecer...porfavor amo, ¡por favor...!

El señor le preguntó sobre el motivo de tan urgente pedido y el criado le contó a borbotones su encuentro con la muerte.

El dueño de casa pensó un instante y, alargándole una bolsa de monedas, le dijo:

-Bien,sea.Vete.Llêvate el caballo negro que es el más veloz que tengo.

-Gracias,amo-dijo el sirviente y, tras besarle las manos, corrió hacia el establo, montó el caballo y partió velozmente hacia la ciudad de Tamur.

Cuando el sirviente se hubo perdido de vista, el acaudalado hombre caminó hacia el mercado buscando a la muerte

-¿Por quê asustaste a mi sirviente?-le preguntó en cuanto la vio.

-¿Asustarlo yo?-preguntó la muerte.

-Si-dijo el hombre rico-,êl me dijo que hoy se cruzó contigo y lo miraste amenazante.

-Yo no lo mirê amenazante-dijo la muerte-, lo mirê sorprendida.No esperaba verlo aquí esta tarde, porque se supone que tengo que recogerlo en Tamur ¡esta noche!."

-¿Entiendes?

-Claro que entiendo,maestro, intentar escapar de los malos pensamientos es salir a buscarlos.Huir de la muerte es ir a su encuentro.

-Así es.

-Tengo tanto que agradecerte, maestro...-dijo el hombre. Siento que desde esta misma noche dormirê tan tranquilo recordando este cuento que me levantarê sereno cada mañana...

-Desde esta noche...-interrumpió el anciano-, no habrá más mañanas.

-No entiendo-dijo el hombre.

-Entonces...no entendiste el cuento.

El hombre, sorprendido, miró a El Iluminado y vió que la expresión de su cara ya no era la misma...

Codicia.

Cavando para montar un cerco que separara mi terreno del de mis vecinos, me encontrê enterrado en el jardín un viejo cofre llenos de monedas de oro.

A mí no me interesó por la riqueza, sino por lo extraÑo del hallazgo.

Nunca he sido ambicioso y no meimportan demasiado los bienes materiales...

Despuês de desenterrar el cofre, saquê las monedas y las lustrê. (¡Estaban tan sucias y herrumbadas las pobres!)

Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente las fui contando...

Constituían en sí mismas una verdadera fortuna.

Sólo por pasar el tiempo empecê a imaginarme todas las cosas que me podría comprar con ellas...

Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se topara con semejante tesoro...

Por suerte...

Por suerte no era mi caso.

Hoy vino un señor a reclamar las monedas.

Era mi vecino.

Pretendia sostener, el muy miserable, que las monedas, las había enterrado su abuelo y que, por lo tanto, le pertenecían a êl.

Me dió tanto fastidio...

... ¡que lo matê!

Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas se las hubíera dado, porque si hay algo que a mí no me importa, son las cosas que se compran con dinero...

Pero, eso sí,

no soporto a la gente codiciosa...


Nasrudim.

Cuentan que un día Nasrudim golpeaba a las puertas del cielo de los iluminados.

-¿Quiên es?-preguntaron desde adentro.

-Soy yo-dijo Nasrudim-,ábreme.

-No tengo lugar paratí, vete.

Nasrudim insistió

-¿Quiên es?-volvieron a preguntar desde adentro.

-Soy tê-dijo Nasrudim-,ábreme.

-Si de verdad eres yo, ya estás de este lado, no hace falta abrir, vete.

Por tercera vez Nasrudim golpeó.

-¿Quiên es?-se escuchó preguntar.

-Somos nosotros-dijo Nasrudim: tû y yo.Åbreme.

-No hay espacio para los dos, vete.

Por última vez, Nasrudim golpeó.

-¿Quiên es?- fue otra vez la pregunta.

-No lo sê-dijo Nasrudim.

Y la puerta se abrió...

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