jueves, 5 de febrero de 2009

Artículo

El Retorno de los Antepasados Si me he interesado en la acupuntura, en el taoísmo y en el chamanismo - siendo un psicoterapeuta freudiano - es en gran parte porque estas disciplinas se preocupan de fantasmas, es decir, de nuestros parientes, amigos, abuelos que han «muerto mal» y que, de una manera u otra, nos «penan». Preocuparse de aquellos de nuestros muertos que no pueden tranquilamente «seguir su camino» es un trabajo de higiene mental indispensable que debe hacerse por el interés tanto del difunto como de aquellos que le sobreviven. En toda época y en todas las culturas - salvo en la nuestra - este trabajo ha sido considerado como esencial. Las consecuencias patógenas que esto implica para nosotros actualmente, sin que lo sepamos, son enormes. Estamos literalmente invadidos por agonías y duelos no llevados a término o mal asumidos, rodeados de almas en pena. Felizmente, hará treinta años que el Occidente redescubre el acompañamiento a los moribundos, y veinte que ha comenzado con un trabajo a fondo sobre las relacionestransgeneracionales con los antepasados. Esto ha ocurrido a partir de lo que el psicoanalista Nicolás Abraham ha llamado "fantasmas", tanto como de mis propios estudios sobre el tema, siguiendo a los de Piera Aulagnier. Diferentes clases de problemas pueden haber causado el hecho de que los muertos de nuestra familia no hayan podido liberarse antes de morir de sus traumas, sus sufrimientos y sus ilusiones. En el lenguaje de Nicolás Abraham, el fantasma es «un objeto del inconsciente transmisible de inconsciente a inconsciente en las relaciones de filiación». Este concepto modifica considerablemente la visión psicoanalítica ya que, para Freud, el inconsciente sólo está constituido con vivencias olvidadas de nuestra infancia. Según Abraham, se trata de vivencias olvidadas, pero ellas también pueden corresponder a nuestros padres o antepasados más lejanos, aun varias generaciones distantes de nosotros.En la visión chamánica, que constituye una subbase antropológica universal - de donde se derivan todas las otras religiones - los muertos que no han podido alcanzar las puertas de la «Gran Luz», por diferentes razones, se encuentran prisioneros de su angustia o de sus ilusiones. A veces ¡ni siquiera saben que están muertos! Ellos giran en torno a sus descendentes como almas en pena. Es necesario ayudarlos a desapegarse y liberarlos, tanto por su interés como por el nuestro. Se trata de una tarea de salubridad pública, la que - en nuestros días - nos hace mucha falta.No soy alguien que funcione según una creencia en vidas futuras después de la muerte. No estoyinvestigando, por ejemplo, si la reencarnación existe o no. Ese no es mi problema. Yo me baso en la experiencia clínica. Mis investigaciones se refieren a la realidad de nuestras experiencias mentales. Y la forma en la que la muerte se presenta a nosotros es una de ellas. Lo que yo constato es que toda la investigación sobre la agonía y la muerte, sobre el duelo y los estados de consciencia observados en este amplio campo, demuestra en primer lugar hasta qué punto nos falta información sobre la muerte, y hasta qué extremos llega lo poco que sabemos sobre el psiquismo humano.Mi experiencia personal es la de un terapeuta que ha trabajado durante diez años con niños psicóticos. Estos niños me han enseñado todo lo que sé hasta ahora. Se me había presentado a los niños psicóticos como desequilibrados, pero nadie me había dicho que tenían también dotes extraordinarias. Sólo una psicoanalista - Françoise Dolto - había afirmado que todo niño es naturalmente telepático. Ella, junto con Winnicott, ha establecido las bases del psicoanálisis infantil. Todos los otros, el mismo Freud, su hija Ana, Melania Klein, etc., no hicieron más que aplicar teorías de adultos sobre niños. Durante los diez años en los que me he ocupado de niños psicóticos, he encontrado casos inexplicables. Como aquel pequeño que venía siempre a la consulta con frascos llenos de avispas, ellas le trepaban por las manos sin picarlo jamás. ¿Cómo explicar eso? Me he demorado bastante en comprender que los niños psicóticos, y especialmente los autistas, tienen la capacidad de autoanestesiarse. La pequeña Alicia podía arrancarse jirones de piel sin manifestar dolor. Y el día en que una peritonis estuvo a punto de llevársela, ella entró en el hospital sonriendo hasta las orejas, siendo que la peritonitis es una infección atrozmente dolorosa para la mayor parte de la gente.Alicia también se golpeaba la cabeza contra las paredes... Un día descubrí que su madre sufría de terribles jaquecas. Otra vez, cuando ya nadie sabía qué hacer con ella - estaba entrando en la adolescencia - Alicia se lanzó bajo un automóvil. Traté de comprender por qué había querido suicidarse y las cosas empezaron a aclararse.Ella había hecho esto para resolver el problema que le causaba a sus padres y a las normas sociales, pero lo había hecho sin afectividad. Vivir o morir le era igual. Comencé a comprender que los niños psicóticos viven según un funcionamiento fetal en el que el dolor y la muerte no son como nosotros los conocemos. Ellos no tienen la misma relación con la muerte que nosotros: no experimentan afectividad sobre lacuestión de morir.Cuando se llega a entrar en su lenguaje, uno percibe que los niños psicóticos actúan según una sola cosa: el pasado genealógico de su familia, del cual exploran incansablemente el inconsciente. Para mí, ese mal universal que las culturas tradicionales llaman “la enfermedad de los antepasados” ha llegado a ser palpable gracias a Alicia que me ha mostrado, a través de su cuerpo sufriente, lo que llega a ser un niño cuando es producto de una exclusión de la femeneidad que se remonta a tres generaciones. A los catorce años Alicia, que vivía sus menstruaciones como una herida, representaba ante mí stripteasesdesenfrenados donde se mezclaban lo mórbido, la sangre y el dolor de un sexo proscrito como el de diablo...Para aclarar lo que es un fantasma habría que hablar de Juan Miguel, respecto al cual demoré meses en comprender que su rechazo a encarnar - ¿qué otra cosa es el autismo? - se explicaba por el suicidio de sus dos abuelos al regreso de la Primera Guerra Mundial. Desmovilizados al mismo tiempo, constataron - cada uno en su hogar respectivo - que ya no había lugar para otro hombre en la casa. Sería necesario hablar también de Claudia, una niñita que salía a voluntad de su cuerpo y que me confrontó, en una sesión, con el momento de la muerte de su padre. Hablar del pequeño Pedro que sufría de una gran fobia a las flores. Aunque logré sanarlo de ella, su causa habría permanecido como un enigma si, años después, no hubiera sabido que sus padres no relacionaban el hacer el amor con una fecundación consciente.En general, un niño muestra ansiedad cuando escucha a sus padres narrar un hecho anterior a su nacimiento. «¿Y yo, dónde estaba entonces?» pregunta con insistencia. Tradicionalmente, sus padres responden: «Tú estabas todavía en el cielo.» O bien, «Tú estabas en nuestro corazón». ¿El niño existía ya, antes de ser concebido, en el deseo y el pensamiento de sus padres? Descubrir esto es importante. Tenemos tendencia a considerar que el útero de la madre constituye la matriz de nuestro cuerpo y de nuestra estructura mental. Desde un punto de vista psicoanálitico, esto es falso. Lo que determina los síntomas, y también el destino y toda la vida de un sujeto, es el conjunto de actividades mentales concernientes a él, que hayan existido antes de que naciera. La matriz de nuestro cuerpo es,efectivamente, el útero de nuestra madre, pero la matriz de nuestras estructuras psíquicas es el conjunto de las actividades mentales, conscientes e inconscientes, expresadas o no en palabras, y también lasfantasías, que han hecho que dos células pudieran encontrarse y producir un embrión. Esto vale para la tendencia edipiana del niño como para todo lo que concierne a su relación con la vida y la muerte. Hace que él se pueda representar un tiempo en el que ya existía potencialmente, antes de su nacimiento, en el deseo y en el lenguaje de sus padres. Así el niño podría pensar en que también él y otros pueden continuar existiendo después de la muerte, en el recuerdo y en el lenguaje. A un padre muerto, siempre se le podrá hablar... Es necesario comprender todo esto para captar en qué género de vacío erraba el pequeño Pedro cuyos padres pasaban por alto el hecho de cualquier relación entre hacer el amor y procrear un hijo. Su padres le habían permitido encarnar en su cuerpo físico, pero no en su cuerpo mental. Una atrofia mortal, frecuente en la concepción de niños autistas.Quisiera comentar un caso descrito por Françoise Dolto: una mañana llegó a su consulta uno de sus antiguos pacientes, un hombre totalmente angustiado y extenuado. Después de dar a luz una niña, su mujer había caído en un coma profundo y - en el mejor de los casos - podría sobrevivir en estado vegetal. El hombre no soportaba esa idea y declaró que preferiría matarla que verla en esa invalidez. Llegaron sus suegros a la clínica, y el padre, desesperado, le confesó a su yerno que al nacimiento de cada una de sus dos hijas - pero no de sus dos hijos - tuvo que internar por un tiempo a su mujer, porque ella había enloquecido a la vista de un recién nacido de sexo femenino.Cuando este hombre le contó a la psicoanalista lo que su suegro le había confiado - y que había sido cuidadosamente mantenido en secreto hasta entonces - ella le aconsejó relajarse un poco e ir luego a contárselo a su mujer sin importar su estado de coma.El lo hizo así y apenas terminó su relato junto a la cabecera de su mujer inconsciente, ella despertó tan fresca y normal como la Bella Durmiente del Bosque.Un par de semanas después, la esposa fue a visitar a Françoise para agradecerle. Le dijo que había comprendido por qué repentinamente le había parecido imposible aceptar aquella niñita que acababa de dar a luz, prefiriendo más bien desaparecer. El relato de su marido se lo había aclarado todo, sacándola de la prisión mental en que la había precipitado el coma. Pero ¿cómo lo había escuchado si se encontraba en un coma tan grave que, según el diagnóstico de los médicos, era mortal? Pues bien, ella explicó que había vivido toda esa historia conscientemente, pero desde un lugar de observación bien extraño: se encontraba “fuera de su cuerpo”, pegada a un rincón del techo. Desde allí veía su cuerpo inanimado, alrededor del cual todos se afanaban, y esa pobre forma humana le parecía «tan plana como una hoja de papel». Más tarde, cuando su marido la liberó de lo que la retenía prisionera - el secreto de su propio nacimiento - ella se reintegró a su cuerpo entrando por la cima del cráneo, reinflando esa forma plana y encontrándose en una oscuridad muy dolorosa de la que salió «al despertar»,Françoise Dolto interpretaba esa historia haciendo referencia a lo que ella llamaba la «imagen inconsciente del cuerpo»: una especie de armadura inmaterial, en permanente movimiento, que coordina todas nuestras funciones psíquicas y nos permite entrar en contacto con los otros. La imagen inconsciente del cuerpo de esta mujer era parasitada por la presencia de un fantasma transgeneracional , que ya había sufrido su madre y probablemente su abuela. La psicoanalista se interrogaba sobre la percepción que esta mujer había tenido de sí misma al estar fuera de su cuerpo, Se preguntaba si el percibir su cuerpo plano al observarse desde el techo no podría explicarse por la posibilidad de que la enferma hubiera podido escuchar - a pesar de su coma - las palabras del médico sobre un «electroencefalograma plano».Se ha hablado mucho de este caso presentado por Françoise Dolto. En esa época nadie conocía las experiencias fuera del cuerpo o cercanas a la muerte. Los analistas freudianos no disponían de literatura ni estadísticas que hablaran de tales investigaciones. Se sabía que, empujados a estados de consciencia cercanos a la muerte - en especial durante la estadía en campos de concentración nazis -, ciertas personas habían visto desfilar toda su vida en un relámpago, como en una proyección cinematográfica. Pero todo el resto: experiencias frente a una muerte inminente, viajes fuera del cuerpo, aún no existía. Se trataba de temas escabrosos, reservados a los parapsicólogos, temas que los psicoanalistas consideraban - injustamente - con el más grande menosprecio.Los términos «abuelo» o «abuela» no existían en toda la obra teórica de Freud. Fue un interrogante que se planteó al comienzo de sus investigaciones (se lo encuentra en sus cartas a su amigo Fliess). Pero, desde que estructuró su teoría, él rechazó radicalmente esta manera de considerar la enfermedad mental: que se necesitaran dos o tres generaciones para fabricar un psicópata. Freud no era psiquiatra sino neurólogo. No había jamás tratado psicóticos. Era una de sus oposiciones al psiquiatra Jung, que sí procuraba curarlos. Freud no ignoraba que pudieran trasmitirse trastornos mentales en la relaciones filiales, pero era algo en lo que había rechazado interesarse. A ese respecto, una vez respondió: «Espero no tener que ocuparme de ello mientras viva.»El primer analista que ha dicho que la psicosis podía reflejarse a lo largo de tres generaciones fue Françoise Dolto. Ella no perdía su tiempo discutiendo teorías, pero no tenía miedo de hablar de sus experiencias clínicas. Y aunque nadie la comprendiera, se obstinaba en ser la portavoz de los niños. Cuando se le pedía una explicación de su manera de funcionar - tanto su fabulosa intuición como su generosa e impresionante fuerza de trabajo - ella respondía que tenía una «estructura débil». Lo decía muy seriamente y eso me impactó la primera vez que la escuché.En cierto sentido, Françoise Dolto me recuerda a Elisabeth Kübler-Ross. En la Edad Media, a esas mujeres se las llamaba santas.El concepto de la muerte:Los niños asimilan el proceso de integración del concepto «muerte» a través de las enfermedades. Los autistas, por ejemplo, jamás se enferman. Pero cuando se les analiza y se logra romper su aislamiento, salen - de una cierta manera - de su «inmortalidad fetal» y, a menudo, atrapan entonces toda la serie de enfermedades infantiles. Esto plantea un interrogante que la mayor parte de los terapeutas pasan por alto: el papel que juegan las enfermedades en nuestra construcción mental.Tratemos de esquematizar. Para el infante, los padres son los dioses que le han dado la vida. Pero un día descubre que no son más que semidioses porque tuvieron que fabricarlo entre dos. Descubre la sexualidad, primer shock, primera caída. Pero lo más deprimente viene más tarde, cuando el niño descubre que sus padres no son ni una cuarta ni aun una octava parte divinos, porque no saben lo que es la muerte y no pueden nada contra ella: abatimiento, somatización, la enfermedad se precipita porque el niño no puede seguir idealizando a sus padres. Pero, de pronto, ellos redoblan su ternura y su solicitud para su enfermito, lo que renueva los lazos afectivos sobre una nueva base: no sabemos lo que es la muerte, pero luchamos juntos contra ella - representada por la enfermedad - amándonos más. Resultado: cada enfermedad infantil hace que el niño dé un salto de maduración psíquica y, de enfermedad en enfermedad, llega finalmente a la indispensable integración del sistema de representación de la muerte. Es conocer su cuerpo para saber mejor cómo habitarlo y también cómo dejarlo.Los casos de telepatía en el momento de la muerte de un ser próximo son numerosos y conocidos. No es necesario ser psicótico para dar testimonio de eventos semejantes. Lo más frecuente es que la muerte de un ser querido sea revelada en un sueño. La teoría de la «imagen inconsciente del cuerpo» de Françoise Dolto daría una primera explicación, pues esta imagen goza de una sorprendente autonomía en relación a la realidad física del cuerpo. Era lo que ella decía a propósito del autismo y de la esquizofrenia. Esto explicaría el caso de esa mujer que había tenido una salida del cuerpo mientras estaba en coma después de su parto. Para comprender realmente este planteamiento, me ha sido necesario asimilar lo esencial de la visión taoísta del mundo estudiando la acupuntura y la teoría de los cuatro cuerpos.Los cuatro cuerpos:Todas las grandes tradiciones chamánicas y esotéricas - el taoísmo es una - dicen grosso modo la misma cosa: tenemos varios cuerpos. La literatura más clásica distingue cuatro cuerpos. El primero es el cuerpo físico, hecho de moléculas; podemos llamarlo «cuerpo molecular». Por el momento es el único que reconoce la ciencia. El segundo cuerpo está hecho de esa «energía» tan particular que diferencia un cuerpo vivo de un trozo de carne. Se le ha bautizado como «cuerpo etérico» en el siglo XIX, porque en esa época esta palabra sonaba muy científica. Se pensaba entonces que el vacío estaba lleno de éter. Hoy día pensamos en el vacío de otra manera: como constituido de una multitud de partículas virtuales. Según mi opinión, sería entonces correcto llamar a este cuerpo el «cuerpo del vacío». Es, en efecto, únicamente porque hay vacío en la materia que las cosas pueden moverse, animarse, vivir. La acupuntura - que actúa sobre este cuerpo - lo ha comprendido bien: el ideograma que los chinos utilizan para designar un punto de acupuntura significa «vacío, caverna, gruta».El «cuerpo molecular» y el «cuerpo del vacío» son envolturas puramente terrestres. Viene en seguida el tercer cuerpo, el «cuerpo astral». Se lo llama así porque es una envoltura que permite con la ayuda del solo pensamiento proyectarse hasta el otro extremo del universo, hacia los astros. Está constituido de todo lo que es del orden de la representación: imágenes visuales, acústicas, táctiles... conjunto de todo lo que hemos elaborado en el curso de nuestra existencia para representarnos el mundo. Un psicoanalista estaría tentado de llamarlo «cuerpo de representación». Es en ese cuerpo en el que nos embarcamos en el mundo de los sueños, o vivimos una experiencia fuera del cuerpo, o cercana a la muerte.El «cuerpo del vacío» es aquel en el que se experimentan estas vibraciones que llamamos sensaciones. En psicoanálisis es lo que se denomina «la piel de las sensaciones». El «cuerpo de representación» corresponde a lo que se llama el «sistema de representación». Pero esto no es lo más extraño de losmisterios mentales. Lo más extraño es que podamos dar un sentido a las cosas y al mundo. La representación sola puede ser un absurdo. De ahí la razón de ser del cuarto cuerpo, que es quien organiza el sentido. Este cuarto cuerpo, este «cuerpo del sentido», corresponde a lo que los psicoanalistas llaman «la construcción del yo». Otros lo llaman el «cuerpo mental», reconociendo que no es solamente un cuerpo sino más bien el que estructura a los otros tres. Según Rudolf Steiner, es el Yo o el Ser (el Yo pasando al Ser en un estado de salida fuera del cuerpo físico). Para él, este cuerpo sería el vehículo a bordo del cual podríamos desplazarnos después de la muerte... a condición de que lo hayamos construido en forma suficiente. Rudolf Steiner explica también la función que desempeña la «revisión de la vida» informada por aquellas personas que han vivido una experiencia cercana a la muerte: ella serviría para subrayar todos los sitios donde el «cuerpo del sentido» no ha sido todavía suficientemente construido, o lo suficientemente sólido para permitir un desplazamiento autónomo. Ese defecto de construcción conduciría a los ángeles a proporcionarnos una visión premonitoria sobre lo que tendríamos que trabajar en nuestra próxima encarnación, para despertar, mejorar, estructurar nuestro yo, o «cuerpo del sentido».La construcción de este cuerpo es el primer objetivo de la vida, tanto para Freud como para Steiner. El proceso básico de esta construcción es simple: se funda en la dupla placer-displacer. En el infante, en efecto, tiene sentido todo aquello que produce placer. Es así que luchando con furor contra el placer - especialmente sexual - y calificándolo de pecado, los curas y los ayatollah han, literalmente, puesto trabas durante siglos a la evolución espiritual de los humanos.Yo no hago aquí más que resumir lo que piensan quienes me han precedido en la investigación de estos asuntos. Sin fatigarnos en descender hasta la «realidad velada» de la física cuántica, si observamos simplemente cómo percibimos el mundo a nuestra escala, descubrimos que toda la imagen que nos hacemos de la realidad es en un 100% reinterpretada y reconstruida por nuestro cerebro, y esto siempre en función del pasado o de la memoria, lo que viene a ser lo mismo. Cuando contemplamos una manzana, no la vemos directamente: vemos algo que, filtrado a través de nuestra memoria, va a revelarse como que corresponde a lo que nosotros reconoceríamos como una manzana. Pero si esa cosa observada fuera algo radicalmente nuevo, - que jamás hayamos visto, comprendido ni sentido -, es probable que no percibiéramos nada, en todo caso, nada que tenga el menor sentido.El biólogo Jacques Ninio nos dice que al atardecer, cuando el cielo es color violeta, nosotros lo vemos azul porque tenemos el hábito de verlo así. Para romper ese hábito y ver los verdaderos matices, sería necesario ponerse cabeza abajo. Otro ejemplo simple: en la realidad, las líneas derechas no existen; es nuestro cerebro quien las construye para facilitar la edificación totalmente artificial de nuestra representación de la realidad. Lo que los ojos perciben «objetivamente» debería aparecer como miríadas de puntitos, una especie de cuadro impresionista, en blanco y negro, sin relieve. En lugar de eso, nuestra consciencia recibe la imagen de bloques compactos, con contornos netos y diferenciados, en colores y en cuatro dimensiones, porque el cerebro reconstruye la realidad no solamente en volumen sino además en el tiempo, previendo el futuro.Ahora bien, eso significa que la percepción que tenemos del mundo es totalmente subjetiva. No digo - como el filósofo Berkeley - que la realidad exterior no existe, ni que nosotros somos sólo burbujas soñadas. Digo que lo que llamamos la «percepción objetiva» no es más que un consenso subjetivo, propio de nuestra especie. Los pájaros ven moverse las estrellas, y aparecer en diferentes colores, lo que les permite guiarse por ellas de una manera sobre la que no tenemos la menor idea. Las decenas de ojos que poseen las estrellas de mar en sus brazos les muestran una realidad totalmente otra... en resumen, nuestra representación del mundo es una pura reconstrucción, a través de un sistema simbólico que es función de nuestro lenguaje y de las imágenes de nuestra memoria. Desde el nacimiento nos entrenamos en construir un equipo psíquico, una identidad mental a la cual nos aferramos más que a todo, mucho más que a nuestro cuerpo físico, porque el hombre es capaz de sacrificar su vida por sus ideas.Si yo tuviera que adoptar una teoría mística, me inclinaría en favor de la tesis del filósofo Gustav Fechner, amigo del matemático Moebius e inventor de la psicofísica, que edifica su propia visión del mundo. El describía la vida como un proceso en tres etapas: primero, el estado fetal consistiendo en apropiarse de un cuerpo físico, para poder vivir en él; segundo, vivir en él buscando apropiarse de un cuerpo psíquico para vivir en otra parte, y tercero, vivir en esa otra parte. Los escritos de Fechner, como los de Goethe, marcaron a Freud, aunque se habla muy raramente de ello.Mientras más estudio, más tengo la tendencia a pensar que efectivamente la sola base que existe verdaderamente es nuestra vida mental, nuestro cuerpo del sentido. Tenemos la impresión de existir en un cuerpo en la materia. Esto me parece falso: desposeído de las estructuras mentales que permiten a este amasijo de materia constituir un todo, nada lo mantiene corpori zado. Un cadáver se desintegra rápidamente. En su estructura material, el cuerpo es regido por la ley de entropía, el desorden absoluto. Y este desorden se expresa en el hecho que hay una falla en la permanencia de renovar la materia de ese cuerpo. Comiendo y respirando, son toneladas de universo las que nos atraviesan en el curso de una vida. Todo lo que compone nuestro cuerpo no estaba allí unos años - o aun unos meses - atrás. En nuestra vida, la mente es entonces la única cosa estable, escapando a la entropía y al desorden obligatorio. Pero la ciencia actual, la medicina, la psiquiatría, el psicoanálisis, no sacan lecciones de esta evidencia. Por las mismas razones, nuestra cultura menosprecia todas las experiencias místicas. Salvo para hablar de ellas en forma negativa, como patologías o regresiones. Es verdad que hay características comunes esenciales entre la psiquis del feto o del lactante con las del psicótico y del místico. ¿Qué significa esto? Que hay psicosis negativas, infernales - las que encuentran los psiquiatras - y psicosis positivas, celestes, divinas - las que viven los místicos. O que los psicoterapeutas - colocadores de etiquetas - no encuentran jamása los místicos, porque ellos no los consultan. Estos terapeutas no se interesan por los miles de personas que han atravesado una experiencia cercana a la muerte, porque ellos no son pacientes. No hay ningún lugar oficial, en nuestra sociedad, donde las experiencias celestiales tengan derecho de ciudadanía. Sólo se autoriza escuchar experiencias infernales

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